Esta próxima madrugada, la del sábado al domingo, se hará nuevamente el cambio de hora al horario de invierno 2024. Los relojes deberán atrasarse una hora para entrar en el horario de invierno. Como manda la tradición, esa noche dormiremos una hora más.
Cuando las agujas del reloj marquen las tres de la madrugada, se tendrán que atrasar a las dos. La modificación horaria de invierno se aplica en todos los países de la Unión Europea (UE), con la intención de ajustar mejor la jornada laboral a las horas de luz natural. A partir de mañana domingo amanecerá y anochecerá más pronto, hasta primavera.
¿Qué día hay que cambiar la hora?
El cambio al horario de invierno se produce siempre en España la madrugada del último domingo de octubre, que este año cae en 27. Por tanto, se ha mantenido el horario de verano durante casi todo el mes. La fecha del cambio de hora será la noche del sábado, 26 de octubre, al domingo, 27 de octubre.
¿Hay que adelantar o retrasar el reloj?
En el cambio horario de invierno hay que atrasar el reloj una hora. El momento exacto de hacerlo es la madrugada del día 27 de octubre, en la que a las tres pasarán a ser las dos. Si prevés estar durmiendo a esa hora, lo más cómodo es atrasar los relojes al ir a dormir para levantarte el domingo con la hora real.
¿Cómo te afectará el horario de invierno?
El efecto más inmediato del cambio de hora es que amanecerá y anochecerá más pronto, por lo que dispondremos de menos tiempo de luz solar por las tardes.
¿Qué efectos tiene el cambio en la salud?
El cambio al horario de invierno puede provocar desadaptación y síntomas similares a los que provoca el ‘jet lag’: fatiga y cansancio general, somnolencia durante el día, dificultad para conciliar el sueño por la noche, irritabilidad, falta de concentración y disminución del rendimiento físico e intelectual. También se puede sentir hambre a horas intempestivas o, todo lo contrario, falta de apetito o sensación de plenitud tras la comida.
En todo caso, los humanos no somos los únicos que sufrimos el cambio de hora. Se investigan también los problemas que pueden afectar a los animales, sobre todo los de granja. El cambio horario altera las horas de alimentación, por ejemplo en los cerdos, provocándoles ansiedad. También modifica las horas de ordeñar a las vacas (se les extrae la leche cada 12 horas), lo que provoca pérdidas en el total de litros obtenidos al final del día.
¿Cuánto se ahorra con el cambio de hora?
Según los expertos a favor del cambio horario, supone un ahorro energético y económico. Desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), se aprovechan más las horas de sol, por lo que no se consume energía eléctrica. El cálculo que han hecho desde IDAE es de unos 6 euros al año. Visto así, puede parecerte una cantidad ínfima, y ellos lo saben, pero si se multiplican estos 6 euros por los 24 millones de hogares en España, el ahorro asciende a 144 millones de euros en nuestro país.
¿Será el último cambio de hora?
La Comisión Europea se había fijado en principio el objetivo de poner fin a los cambios en 2019, pero el plan era demasiado ambicioso y el Parlamento Europeo propuso después que el último año con cambio de hora fuera el 2021, sin embargo, tampoco ha sido así. La voluntad de los eurodiputados era que los países que se quedasen con el horario de verano hicieran el último cambio en marzo, y los que optasen por el de invierno, en octubre.
¿Con qué horario se quedará España?
No está nada claro. El comité de expertos nombrado por el Gobierno para decidir si España se queda con el horario de invierno o con el de verano no se puso de acuerdo sobre qué era lo mejor y aunque se abrió un periodo de reflexión para tomar una decisión, ahora mismo está todo en el aire a la espera de que Europa retome el tema.
¿Cuál es la historia del cambio de hora?
El cambio de hora se remonta a la década de los 70, con la primera crisis del petróleo, cuando algunos países decidieron adoptar esta medida para aprovechar mejor la luz natural del Sol y consumir menos electricidad (España introdujo el cambio horario en 1974). En 1980, la Comunidad Económica Europea -de la que España aún no formaba parte- publicó la primera directiva para poner orden sobre el tema en los diferentes países.