De unos años a esta parte, el Real Madrid hace cosas muy extrañas y ya solo faltaría que invitase a Carles Puigdemont i Casamajó a hacer el saque de honor con todo el Santiago Bernabéu puesto en pie antes de imponerle la insignia de oro y brillantes.
Óscar del Pozo / Afp
Todo empezó con la selección, la de España. Fue allá por el 2010. Entre que medio equipo era del Barça y al seleccionador Vicente del Bosque lo habían echado del Real Madrid por falta de glamur
–por feo, vamos–, el triunfo en el Mundial les supo agridulce. Los celos, acaso, porque aquí el único que ganaba títulos en el extranjero era el Real Madrid.
Ocho años más tarde, en vísperas del debut de España en el Mundial de Rusia, el Real Madrid filtró que había fichado al seleccionador, Julen Lopetegui. Bueno era Luis Rubiales, a la sazón presidente ejemplar: destitución del míster y debacle de España.
Ayer, sin ir más lejos, Rodri, gran futbolista y mejor persona, fue premiado con el Balón de Oro, una de esas noticias que alegran un lunes tonto y solapan el debate sobre el Huevón de Oro, al que aspira otro español cuyo nombre no desvelaremos.
Al Real Madrid no le ha gustado que el español Rodri, un buen tipo, ganase el Balón de Oro
Lejos de sumarse a la alegría, al éxito de la clase media y a la unidad estratégica del independentismo, al Real Madrid le entró el berrinche. ¡Nos han faltado al respeto! Al parecer, el elegido indiscutible solo podía ser Vinícius, en cuyo caso nadie habría faltado al respeto al Real Madrid.
Y como al Real Madrid le han faltado al respeto, ahora se lo falta a Rodri y a cuantos aficionados españoles están contentos por una elección tan justificada como hubiese sido la del ínclito Vinícius, que ya se veía en París acariciando el Balón de Oro sin fines ulteriores. Total: ni se presentaron al acto. Otra vez será, porque el futbolista es muy bueno, aunque alguien debería recordarle aquello tan tópico de que ahora a seguir trabajando, como hacemos todos.
La relación del Real Madrid con España justifica aquella frase de Bismarck que nunca pronunció pero queda bien en días como estos: “España es el país más fuerte del mundo: ni siquiera los españoles han logrado destruirla”.
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